Sobre Iñaki Badiola vengo escribiendo hace años y defendiendo su postura valiente y los hechos incuestionables y jamás desmentidos. Yo no me cambio la chaqueta, ahora, que se encuentra desmoralizado. Este artículo fue muy criticado por muchos que, antes, apoyaban a Iñaki. La verdad esconde lo que duele. Se publicó en "Primeran.com" y pidieron mi cabeza
EL BORGOROSSO F. C.
La Real Sociedad, por su
pésima gestión ocultada por la prensa hasta que Badiola destapó parcelas de
irregularidades, llevaba el camino de aquel humilde Borgorosso F. C., del film
del año 70 de Luigi Filippo D´Amico: “IL Presidente del Borgorosso Football
Club”, donde Alberto Sordi heredaba una piara de cerdos y la presidencia de un
humilde equipazo local, venido a menos, que perdió todos los partidos y acabó
arruinándose y cuyo sorprendente final no voy a desvelar. Claro que aquel inolvidablemente
cachondo Borgorosso, no tenía la inestimable subvención de la Diputación; y eso
que en Italia y Francia, países de poder centralizado, la misma diputación, es
órgano de poder de primera importancia. Por ello y por no meter la pelotita en
la red, acabó en bancarrota este equipo de La Lombardía. La Real, a notar la
diferencia, refulgirá cultura vasca e impartirá idioma patrio a la salud de los
contribuyentes, que le depositarán en sus calzoncillos y para lucir en sus
camisetas la cifra de 1,2 milloncejos de euros, como contraprestación económica
a un acuerdo con la Diputación de Guipúzcoa, hasta junio del 2011, basado en
una narración folletinesca, ésta del
euskera en la solapera. Ello no admite transigencia absoluta, en una coyuntura
en la que se prevé una caída en la recaudación guipuzcoana de impuestos del 17%, con subidas de impuestos
que nos gravan a todos para paliarla, aumentando la cobranza. Y muchísimo menos
admite solidaridad cuando el euskera, que es amado por algunos cuando toca subvención, ha sido un ignoto en los presupuestos de la
Diputación, con un recorte de 1.362.000 euros equiparable a lo que nos va a costar lo que luzca en camiseta la Real,
compensado la baja en esta área con este equiparable patrocinio acordado para aventar con el emblema, otra vez, de la
normalización del euskera a través de una empresa privada. Y de verdad,
algunos, estamos hartos ya de tanta premisa como medio para preceptuar el
idioma, como si no hubiera otras necesidades acuciantes. Y todo este rollo se
depura extremadamente con la palabrería al uso terminológico, del vínculo
idiomático para con la instrucción y sedimento
de los niños en valores paralelos al deporte y cultura del esfuerzo. Se
vuelve a construir de este modo una película para incondicionales que repite
las anteriores, donde el dinero, a la postre y con la Real, sufraga todo, con
el talento justificativo: participación, euskera, no-exclusión y trabajo en
equipo y más de más. ¡Genial!. Aquí se depuran valores que no vea usted,
ampliando el espectro molecular de la coartada hasta los últimos átomos de la
dadivosidad elocuente. Así, una simple
sociedad anónima que nos tenía que pagar
a los ciudadanos por aletear su imagen, se transforma nada menos que en
un icono de valores fundamentales perdidos,
como la deportividad, la solidaridad, la voluntad de mejorar día a día, que son
encarnados por el club, colocándonos en un trance de que o lo paniaguamos o
viene un cataclismo moral. Y la Real será nuestra salvación cultural,
representando a Euskadi y terminará de embajadora en la ONU. Se jama el tarro
con hondos valores diversos, con unos protagonistas en minúsculas de celebres
equipos mitificados. Esta financiación muestra las tripas de lo que realmente
integra y cohesiona la Real. La creación de este espectáculo en sus más mínimos
detalles, es un retrato de actores y del poderoso encanto de la magia que se adueña de ellos para hacernos
comprender sensibleramente que, la Real Sociedad, es hechicera y es Otro. La
real no es espejo de nada para los ciudadanos, en este momento sólo deseo del
aunamiento con la Primera y su rentabilidad; ni motivo de inspiración para
jóvenes que no sea sino cubrir el
déficit preocupante del equipo, del que son adeudados muchísimos y algunos más, responsabilidad de la caótica gestión
ocultada durante años por los directivos; ayudándole ahora como empresa privada
que en lo social y económico pasa por dificultades. Y la propia Diputación es
adeudada. Atrás, queda el tiempo en el que Anasagasti cargaba baterías contra Badiola,
llamándole señoriíto de postín y engañador de chinos; personaje caprichoso que
pedía a la Diputación que perdonara las
deudas porque sí. Advirtiéndole a Iñaki que también habría que extender el
condonamiento a otros empresarios a los que seguramente no les gustaba el
fútbol y que iban a dejar de pagar
impuestos, que ¿por qué sólo a la Real y no extenderlo a todo el mundo
contribuyente?. ¡Glorioso!, Anasagasti que espectaba a Iñaki Badiola sobre
<el de qué iba>. Ahora: ¿a quien
hay que darle suela?. Como proponía
contra Iñaki Badiola. O es que: ¿hacer los negocios sobre la base del mercado
rentable es reprochable y ultimarlos
únicamente sobre los cimientos de subvenciones y en el sagrado traslado de
valores culturales patrios, es moralmente digno e irreprochable?. De igual modo, ahora, muchos ciudadanos a los que les importa una nadería la
Real, pueden reclamar el dinero de sus sudados
impuestos, porque no desean tenga ese camelazo final. ¿Cómo es posible que
detectado en la Real, hasta el 15 de noviembre del 2008, un fraude de 1,6
millones de euros al erario público en concepto de IVA, comprendido desde enero
del 2004 hasta diciembre del 2007, se siga dando dinero a la Real para promover
nada y menos ejemplarizarla como una embajadora firme y necesaria en estos
tiempos de turbulencias morales?. A mí, la solvencia con la que está contada
esta historia de las prioridades públicas en la legislatura, que estos días
manifiestan algunos diputados, de profunda humanidad y amor por los valores
bizarros extraviados, no me embauca.
Hay que recordarle a Anasagasti, que la Real estaba sometida a un férreo
régimen concursal por la deuda que se contabilizaba en más de
8,5 millones de euros con la Diputación, que somos todos, por irregularidades
en el periodo de gestión desde el 1 de enero del 2004 hasta el 30 de junio del
2005, con Astiazarán. Y desde el del
julio del 2005 hasta el 31 de diciembre del 2007, con Fuentes, María de la Peña
y Larzabal. Un supuesto fraude por ocultación de ingresos por cobro de abonos a socios, ventas no declaradas, IVA y el
pago en B de 100.000 euros por parte de un patrocinador. Agregándose, anomalías
y defectos formales en adquisiciones, ventas y cesiones de jugadores.
Ni Iñaki Badiola ni Jokin Aperribay son responsables de ello,
pero Badiola tampoco. Yo respeto a los dos y les aprecio y como defendí a
Aperribay en la algarada contra él y le considero una persona honesta, le
manifiesto mi total reconocimiento de valor a Badiola, porque se rebeló y
porque se necesita cambiar mucho en esta profunda Guipúzcoa o en la pija
Sansestabien; territorio congelado, donde no terminamos de tomarnos en serio a
nosotros mismos; siendo incapaces de rebelarnos contra este impuesto y feliz
cliché de los mismos de lo mismo, con pan,
circo y Borgorosso, para fanáticos de historias bien contadas en un
territorio oscuro y sombrío.
En estos momentos del País, con gasto público obligado a recortar por
Europa, en este inmisericorde retrato de déficit sin rumbo, me parece
injustificable algún aporte económico para desfilar slogan en camisetas,
pinturear en vallas a la divisa, o colocar de land art el sugerente enunciado,
en salas de prensa o lugares de entrenamiento. Es algo libérrimo e infiel y
desestimable en absoluto. Si en estos momentos se escribe sobre 23 millones de
euros de duda con Diputación, incluido contingente de IVA, que se busque
publicidad y entradas la Real y que nos pague con sus propios ingresos. Y si
desea pasear mi alma cultural nacional, que lo haga gratis, que nos lo merecemos los ciudadanos por todo lo que, sin
piedad para con los de calle, a ellos se les solventa, perdona y financia
porque se lo merecen.
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